sábado, 10 de diciembre de 2011

Las variaciones del mundo - fragmento - Diego Roel

Porque se fugaron las categorías
y ya nadie designa o señala o califica.

Nadie dice esto es una piedra, un animal,
un hombre, un alma que transita
de cuerpo en cuerpo, en luz, en superficie.

Nadie dice esto es un fulgor, un pájaro,
el vientre oculto de las cosas.

Ya nadie nombra, nadie

En esta cura
la palabra no tiene peso,
consistencia.

Por eso
salgo a ver afuera
aquello que palpita adentro.

Intento decir lo esencial,
deletrear el invisible alfabeto de los ciegos.

Pero es inútil, otra vez
el discurso se fragmenta.
Y avanzo a tientas,
asido apenas a un color,
a un ademán del viento.

Aquí nada conjuga con nada:
se cayeron los nombres y los signos.

Y sólo queda un resplandor,
el armazón deshilachado de los días.

No tengo hacia dónde ir.

Me quedo quieto y espero
el golpe y la caída.

No tengo hacia donde ir.

Las variaciones del mundo (ediciones el Mono armado (2010)

viernes, 25 de noviembre de 2011

Poema de Rostro ajeno - Gustavo Tisocco

Mi madre pregonaba que en la siesta
habitaban los duendes, que del cielo rojo
de la tarde no esperemos agua,
que si comías sandía y te bañabas morías,
que el viejo de la bolsa no era el de navidad,
que el amor no elegía hogares.

Con mis hermanos fuimos tribus,
malabaristas, despistados brujos,
la princesa era mi hermana
y el dragón a veces era yo.
Sabíamos del ratón que coleccionaba dientes
y al pisar los charcos llegábamos a la luna.

Mi padre me regaló su rostro de niño,
su infinita tristeza, su abrazo.
Condenado a huérfano construyó torres,
fue mártir, héroe de corazón íntegro,
pan fresco para nuestras bocas.

Desafiando olvidos llegó la noche.
Hoy la luna es inalcanzable.
Tengo todavía el rostro ajeno,
agrietado de melancolías.
Mi corazón decapitado no supo de amor
y quedé inconcluso. Solo respiro.

Allá en mi pueblo habita la infancia,
aquí, lastima el tiempo.

de Rostro ajeno, Colección Summa, Editorial Vinciguerra 2011

jueves, 24 de noviembre de 2011

María Elena San Martín - poema de Palabra Viva

Poema de María Elena San Martín leído por Victor Redondo durante la entrevista que le realizara Daniel Grad (APOA en el Moyano).
Desgrabación de dicho video:

Quédate un poco más
después del sueño
con tus hombros breves
como palomas.

Prometo construir una canción
de ramas nocturnas,
no tocar si no el hueco de tu pecho,
mirarte en silencio
los párpados cerrados
y no nombrar brujas ni fantasmas
ni muertes secretas como lluvias
a la hora del amanecer.

Quédate tapado por las sombras
en un lugar ajeno,
entonces decretaré territorios
para el color de tus ojos.

Si sólo me dejaras quererte las uñas
o las encías de la impotencia,
Si solamente me dijeras que existe
un lamento capaz
de destruir a todos los otros,
y me llenaras de vino la memoria
antes de que las yemas de mis dedos
me pertenezcan totalmente,
antes de que dé forma a mi tristeza
para sustituir el asombro
que nos ha abandonado para siempre,
antes de que me rescate
de la boca de la noche,
sólo un poco antes,
porque no podré ellegar al día si me quedo
aunque sea un momento a solas,

no dejes estas sábanas
humedecidas por el oceáno,
aunque conozcas los árboles enfermos,

si solamente pudiera conocerte un costado
que no tenga lágrimas,,,

http://apoaenelmoyano.blogspot.com/2011/11/gracias-victor-redondo-por-tu-saludo-la.html

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Ciudad después del humo - Mario Capasso

En "La Ciudad después del humo" Mario Capasso toma los comandos del juego y ordena al lenguaje decir.

El narrador nos habla, al principio, desde un ínfimo espacio de lugar y de tiempo:

Aquella mañana del regreso de la multitud a La Ciudad, para variar, amanecí con los ojos abiertos y medio baqueteados.

De un tirón.

Con migraña, además.

Enseguida, durante el lapso comprendido entre el estremecimiento de un muslo y la sacudida del otro, sentí cómo se integraba a mi cuerpo la opresión de un calambre sin adjetivos.

Sin embargo, a poco de comenzar la historia abandona su circunscripción para colarse en los laberintos de una realidad más amplia y atemporal, al tiempo que se escurre en múltiples ensoñaciones, a través de las cuales describe circunstancias ilusorias o reales, en las que se evidencia la precariedad de la condición humana a la que estamos expuestos.

Lo hace desde un discurso que oscila entre el sentido estrictamente real y la alegoría.

Se sirve de un tono ácido, entre humorístico y resignado, que no contempla ni rebeldía ni condescendencia y se instala en el centro del relato con la plena aceptación de los hechos.

Una coyuntura de lenguaje poético, aforismos y terminología localista compromete al lector en un viaje íntimo hacia la aceptación de una realidad de conjunto que se impone en la vida del individuo, más allá de su voluntad.

El escritor, al reconocer la imposibilidad del hombre de escapar de la circularidad en la que se encuentra atrapado, aporta al lector el recurso del lenguaje como elemento liberador de una nueva construcción que pueda navegar las aguas del propio discernimiento. No obstante, no pasa inadvertido el ensamble que Capasso hace del final con el principio de la novela en una suerte de reincidencia de los hechos, que brinda en forma deliberada, otro modo lúdico de incitación. En síntesis la lectura de La Ciudad después del humo constituye, según creo, un recorrido a través de las infinitas experiencias que las palabras nos ofrecen y que, en el relato, parecen inaugurar un nuevo universo posible.

http://textos-en-escombros.blogspot.com/search/label/La%20Ciudad%20despu%C3%A9s%20del%20humo

Áspid - Carlos Carbone


http://hacedores-del-arte.blogspot.com/search/label/Carbone%20Carlos

lunes, 24 de octubre de 2011

Testimonial I - Liliana Chavez

“…y sus ojos sin pavor
como si no se dieran cuenta”
Livia Hidalgo
Observo a la mujer
La pobreza
que contamina el lugar
por donde pasa el silencio


No escucho a nadie implorar perdón
por ese pájaro herido.


Y me abriga una certeza:
un amanecer sombrío
aviva el fuego de otros lutos
una turba de sombras
viene a presenciar la caída.


Y ella sigue ahí,
sin pavor en los ojos
a punto de parir su muerte


escuchando - casi con devoción –
el fecundo sermón de la oscuridad.

http://lilianachavez.blogspot.com/

sábado, 22 de octubre de 2011

Horacio Armani


Vivir aquí


Es tan duro vivir aquí, tan largo
durar con el designio de estar solo,
tan a mansalva es lo que transcurrimos
cuando ni el propio amor -como esperanza o hálito-
puede inferir ternura al sufrimiento,
cuando cada dolor vive en su celda
recelando entre el vago desgano de las horas,
entregado al azar de lo que arriba
para implantar la dicha o el oprobio.

La gente anda tristísima, solísima.
Dios debe haber sufrido tanto aquí.

Reconozco a este pálido argentino
por su dolor, que vive de una nada sedienta,
por sus ojos, que miran como cavando surcos,
por sus manos, tan lejos del infierno o del cielo,
por su piel, que es hermana del deseo y contiénese,
por el impulso heroico de vivir que se esconde
como un tigre roído por el temor en su ánimo.

La gente anda tristísima, solísima,
Quizá Dios ha llorado mucho aquí.

Anda, vive, circula, mueve lentos deseos,
se aquerencia en las calles y supone que es bueno
ser así, de esta tierra; por sus escasos sueños
comprende que la dicha se espeja en el fracaso
y el dolor y la vida y el amor y la muerte
son letras para un tango que el viento de los días
melancólicamente confiere a Buenos Aires.

La gente anda tristísima, solísima.
Cómo habrá padecido Dios aquí.

de los días usurpados (1964)
de una selección del autor recogida en El sueño de la poesía - Editorial Victoria Ocampo (2008)

martes, 18 de octubre de 2011

entrar en la muerte - Raquel Fernandez

entrar en la muerte
con los ojos abiertos,
con los ojos vacíos de asombro,
porque ya no queda un rincón del jardín,
que no hayamos visto,
porque nos despojamos de la infancia
y ser adulto es estar desnudo,
porque las lilas y la hierba
crecerán mañana sobre nosotros
y los insectos cavarán sus túneles
en el hueco de nuestro vientre profanado.
Porque el tiempo ha ganado la partida
y Alicia ya no vive aquí.

del libro Revelaciones (ediciones raiz alternativa - marzo 2007)

domingo, 9 de octubre de 2011

Paseo Espacial - Eduardo Espósito

Un hombre camina solo al borde del planeta
Necesita una piedra para explicar la luna
El drama de su soledad
duerme de espaldas a un sol áspero y agresivo
Engorda una sonrisa cómplice
cuando la ve pasar
redonda como una dádiva
banal
casi un fantasma
Pasa su aliento despuntando estrellas
Pasa su drama como un mensaje en una botella
Pasa
Y se lleva la sospecha de haber existido.

A Brian Aldiss

de Las Puertas de Tannhäuser Ediciones El Mono Armado 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

el cuento de Borges sobre "el cuento de Borges" Fernando Sorrentino

Como se sabe, Norman Thomas di Giovanni tradujo al inglés la mayor parte de la obra de Jorge Luis Borges. Entregado a esa labor, estuvo, hacia el año 1970, residiendo bastante tiempo en Buenos Aires.
Yo lo conocí, ví como trabajaba y puedo asegurar que el hombre era inteligente, culto y capaz, y muy puntilloso en su tarea.
Por razones que ignoro, lo cierto es que la relación amistosa entre Borges y di Giovanni terminó por deteriorarse, y que el escritor argentino quedó resentido con su traductor norteamericano.
Por tal motivo, años más tarde consideró oportuno revelar cierta anécdota. Ésta se halla en las páginas 36-38 del volumen de Roberto Alifano El humor de Borges (Buenos Aires, PROA, 2000), lectura que, dicho sea de paso, me permito recomendar fervorosamente.
Borges y Alifano están conversando sobre el hábito de tomar mate, los errores que se cometen en su preparación, las ácidas consecuencias de una ingesta exagerada, etcétera. Ahora bien, el mate no solo es la infusión sino tamnién el receptáculo en que se lo bebe. La estricta ortodoxia puede adquirir diversas formas reprobables (un jarrito celeste, en el caso de don Isidro Parodi de los Seis problemas; un mate de madera, en el del autor de estas lineas; y hasta -horresco referens- un vasito de vidrio en los ejemplos más heréticos). Habla Borges:

- Yo tenía dos clases de mate, uno tipo galleta, y otro común, tipo jarrito. Ahora, caramba, he perdido ese hábito -se lamenta-. No me cae bien; aunque a veces suelo incurrir en algunos mates, quizá para despuntar el vicio, como decía mi madre.
Borges hace una pausa, ríe picaramente y sigue hablando.
- Yo no le conté a usted lo que me pasó con di Giovanni? -comenta-. Bueno, él había traducido un libro mío al inglés. En uno de los relatos hay un indio que queda moribundo después de una batalla; se arrastra hasta el degollador y pide que lo terminen de matar. Dice así: "Mate, capitanejo Payé quiere morir". ¿Sabe qué puso di Giovanni, en una llamada que hiso al pie del libro?: "Mate:infusión criolla que se succiona con un adminículo llamado bombilla". A mi me parece asombroso que no se diera cuenta de que lo que pedía el indio era que lo mataran y no que le cebaran unos mates... No sé, era como si pidiera una cerveza Quilmes o una ginebra Bols.

No puede negarse que la historia es graciosa.
Sin embargo, las cosas sucedieron de manera muy diferente.
Primero, les sugiero a los amigos curiosos que, en las obras de Borges traducidas al inglés por di Giovanni, busquen esa llamada al pié de la página, para verificar exactamente como es la cita.
En seguida les digo que fracasarán en su busca. No existe tal nota al pié debido a que no existe traducción de ese cuento al inglés.
Y no existe tal traducción al inglés debido a que jamás existió ese texto en español.
Mientras un segmento del cerebro de Borges exponía ante Alifano qué clases de mate tenía en su casa, otro segmento inventaba simultaneamente la realidad del cuento, el episodio, el capitanejo, su nombre, la súplica, la traducción al inglés, la nota a pié de página.
La alegría de improvisar, el gusto por la hipérbole, el placer del humorismo se aliaron en Borges para adjudicarle a su ex amigo di Giovanni un grado de estupidez y de ineptitud que este se hallaba muy lejos de padecer: un brillante ejercicio, en fin, de literatura de imaginación.

de El forajido sentimental de Fernando Sorrentino (Losada 2011)

domingo, 28 de agosto de 2011

las ruinas del miedo - Daniel Montoly y Juan Carlos Vecchi

Una estampida de tumbas
levanta las ruinas del miedo
hasta donde llegan los ojos de la muerte.

Una luna resignada despunta, con su corona de cráneos,
saluda a los que morirán descalzos,
despedazados por los buitres del polvo
los que ofrecen reverencias al miedo y
festejan el ritual incomprendido, oscuro.

¿Cabería el destino de todos los hombres
en una hormiga aplastada por la última huella del hombre?

Un desparramo de rostros se forma con el hongo
abrazado por los hombres como un látigo
con el cual golpear el otro extremo...
donde muere la esperanza de supervivencia,
donde la noche cae como un oscuro latigazo de silencio.


De la Serie Poética "Cuatro manos al limón")

lunes, 22 de agosto de 2011

Rodolfo Fogwill - Ver Fogwill

Hace exactamente un año, moría Fogwill. Así como había escrito algunos de los mejores cuentos argentinos de las últimas décadas, una novela emblemática sobre Malvinas (Los pichiciegos) y un puñado de novelas en las que diseccionaba con ojo sociológico el devenir de la sociedad argentina en democracia, él mismo se había ocupado de mitificar su vida: cárcel por estafa, fortunas dilapidadas, doble vida publicitaria y mucha cocaína. Durante estos doce meses, su hija Vera, que ya lo despidió en un texto memorable en este suplemento, se encargó de lidiar con su legado: sus papeles póstumos, su caótico departamento y su fantasma. Concluida la tarea, este es el texto con el que da por terminado el duelo.


Por Vera Fogwill

Todo este año de mi vida se definiría desde afuera como el año de duelo. La palabra duelo tiene su origen en el latín duellum y significa “guerra”. Por lo tanto, permite hacer referencia a la pelea o al enfrentamiento entre dos personas o dos grupos. El duelo psicológico, por otra parte, según los diccionarios, es un proceso que tiene lugar tras una pérdida irreparable. El duelo es una reacción natural y necesaria ante la pérdida de un ser querido (la muerte de un familiar, un amigo, una mascota, etc.) o de un evento o condición (un divorcio, un despido laboral). En mi caso podría acercarse más al otro duelo, aquel que se disputa entre dos personas, y agregaría mundos y, agregaría, entre dos universos: el de acá y el de allá. El de “vivir afuera” o “adentro”. Yo siempre viví adentro. Silvina Ocampo dijo: “No soy sociable, soy íntima”. En esa frase me veo reflejada. Quizás mi padre lo percibió más que nadie antes y
después del combate, la guerra, el duellum. En la dedicatoria de su libro Vivir afuera me escribió: “A mi hijita que vive demasiado adentro porque sabe que tal vez afuera es peor, el viejo”. La tragedia empieza antes de la tragedia y la guerra, entonces, comienza antes que se disparen las primeras armas. Me prometí que el 21 de agosto voy asesinar a mi padre y así lo haré. Quizá sea la única forma de retomar mi propia vida. Aquella que yo había elegido para mí y no la que el destino me entregó como alternativa. Mi padre hoy es esa persona que me va guiando y que dirían los yorubas tomó posesión de mí y, por ende, me ha dejado obsesiva. Pero no hay enfermedad mientras el enfermo la padece con conciencia y sabiduría. Si hubiera estado, aparentemente vivo, o aparentemente muerto, no me hubiera costado tanto.
Entré a su casa recién al mes. Antes no quise. Abrí intentando no electrocutarme con la llave de luz de al lado de la puerta, que siempre había estado en corto. Las moscas zumbaban y volaban de un lado al otro. Giro mi cabeza y veo los restos de su última cena. El plato de fideos con tuco al ajo sin lavar junto a las cacerolas habían invitado a cientos de insectos voladores, a los cuales, por una vez en mi vida, no les tuve miedo. El terror que me invadía era tan grande que nada ya podía darme pánico. A lavar los platos –me dije–. Era lo primero que supe que debía hacer, como si pudiera lavarme las manos de paso en ese hecho –y ojalá lo pueda hacer de una vez y de tantas cosas a la vez.

Dos de las muchas colecciones que Vera Fogwill encontró en la casa de su padre: los boarding pass y encendedores.
Las hijas mujeres limpiamos los restos de todo, repartimos las cosas, tiramos los calzoncillos y forros sin usar y donamos lo que queda. Menos los zapatos, si somos judías, por si el muerto sigue caminando, como dice la tradición. ¿Pero si somos solo boludas?... ¿Qué hacemos?... Todo. Todo lo que hay que hacer, más lo que harían los otros, de los otros, por las dudas y también cualquier idiotez que se te cruce en ese segundo. Porque las boludas no podemos esperar y pensamos todo al mismo tiempo. ¿Y si además de boluda sos médium?... ¿Qué hacés?... Y, te convertís en una boluda tamaño mayor, que además está psicótica. ¿Pero si en el fondo sos indispensable? ¿Qué hacés?... Hacés todo lo que les corresponde a todos los demás. ¿Y si en el fondo hay un ser humano? Te vas dando cuenta en el duellum cuando la situación es tan miserablemente triste y desencantadora que entendés que tenés una raza. Terminé de lavar los platos sin
pensar en todo eso. Abrí los ventanales y los insectos huyeron de mí. ¿Y ahora? –me pregunté. Pensé en la revolución rusa, en estudiar la estrategia y el territorio, en la causa y en el efecto. Me doy vuelta y veo el campo de acción. Todo estaba ahí tal cual lo dejó en su última visita. No podía darme cuenta si fue antes o después de fallecer. Me llama una carta. Me acerco, es de la empleada y está sobre la mesa. Dice: “Señor vine pero no lo vi”. Esa nota la firma mi hermano, el que me sigue, con solo un “recibido” y la fecha. Quizá “él” pensaba que “él” era un fax. Pienso que debe haber sido cuando trajo sus pertenencias del hospital. Nadie más entró. Yo levanto el teléfono y la llamo: –Se murió. Dominga ya lo sabía por su otra patrona que lo leyó en el diario. Silencio. Tristeza. Le pregunto cuánto le debía. Sabía que mi padre dejaba grandes deudas y que esa sería pequeña. Venga mañana –le digo–.
Ahora sí miro todo. Pero sólo veo botellas de agua. Ese día iba sólo por unas horas al mediodía pero terminé sin poder irme hasta la mañana siguiente. Habré tirado siete bolsas de consorcio de botellas de agua abiertas pero sin terminar. Dengue. Primero pensé en tirar el agua y guardar la botella. Después de unas horas de hacer este acto tan inútil –como otros tantos que suelo hacer– me dije: ¿Para qué voy a guardar la botella? Pensé en hacer un castillo ecológico de botellitas en la plaza para los chicos. Una vez había visto en Cabo Polonio una casa así pero de botellas de vidrio. Luego pensé que era absurdo y así tiré siete bolsas de consorcio de botellas con agua sin importarme más el dengue. También muchos frascos de vidrio de yogur y de miel y bolsas. Fogwill coleccionaba botellas, bolsas de plástico de los supermercados chinos y frascos. Eso era la parte ecológica. Todo lo reciclaba. No compraba un frasco para cereales,
ponía los cereales dentro del frasco vacío de la miel. Y no tiraba nada. Fogwill coleccionaba motores de barco, discos rígidos, monedas, tickets de avión, boletos de metro europeos, tuercas, herramientas de todo tipo, cables de computadora, adaptadores, enchufes y llaves de todos los tamaños. Llaves que no abrían nada. Y sólo encontré puertas sin cerrar. Es que jamás cerraba la puerta de su casa, vivía con la puerta abierta. No era exhibicionismo era sólo el control de la vida de los otros que miraba pasar. No usaba perchas. La ropa colgaba por un sistema de sogas de barco, especialmente instaladas, en la baranda de las escaleras; o colgaban a través de un diseño exclusivo de lentes de agua, uno a otro anudados, armando una cadena de enganche para sus trajes, tapados y pilotos que nunca colgaba dentro de un placard y que planchaba colocándolos un rato dentro de la heladera. Cientos de cables de sus computadoras viejas creaban unos
colgantes para los helechos que se estaban muriendo de un mes sin agua. A regarlos a partir de ahora y tres veces por semana –me ordené–. Para regarlos tenía que subir unas escaleras y poner un balde debajo porque perdían agua y arruinaban aún más el piso. Fogwill también se robó un cinturón de seguridad de un avión y lo colocó en una viga para atar una planta que colgaba. Me llevó casi dos meses desanudar todos los sistemas de enganches de cables, sogas y cinturones. Pero esa noche solo me ocupé de sacar las máscaras de oxígeno, las sondas de pierna ambulatorias, los puff de los inhaladores que habitaban todas las partes y los remedios, por si mis hermanos menores querían ir, para evitarles el escenario. Pero cuando tuve un container preferí guardar todo e inventariarlo. El inventario de medicamentos que hice tiene diez páginas. Un poco más tiene el inventario de cables. ¿Cómo explicar que me dejó tantas curitas?... Vaya ser
que me lastimara. O tantos puff que coleccionaba en frascos. O respiradores. ¿Pensaba que me quedaría sin aire ya?... ¿Lo sabía?... ¿Cómo conciliaba la medicina homeopática y la alternativa con las sobredosis que se pegaba de combivent, butral salbutamol, atrvent HFA y Salbutral. El kilombo Fogwill y su orden es casi indescriptible. De cada libro se me caía una pasta diferente, un pucho roto semifumado y un forro. A los puchos los partía en la mitad y luego los pinchaba con un alfiler para que la nicotina y el alquitrán se esfumaran antes de llegar a su boca. Consejos de los cantantes de ópera. Nunca pensó en mejor dejarlos. O de un libro se resbalaba una moneda, un ticket, una nota y un fáctil. También de uno, se me cayeron sus uñas, se devela que mientras lo leía, se las había cortado. Estaría aburrido. Pero los dientes estaban en otra parte.
Esa noche, tomé la decisión de ir a visitarlo día tras día. Entrar, sentarme en su butaca de madera y mimbre a mirar, a leer, a pensar, a encontrar, a tirar, a guardar. Los primeros meses me quedé simplemente sentada sin saber cómo empezar abrumada por su universo. En realidad estaba aplastada no sentada. Ahí se me apareció, al poco tiempo. Era una noche de tormenta y me imaginé que se inundaba su casa, cosa que sucedía con la lluvia. Fui. Barrí la pileta que se había creado en la terraza y saqué las hojas de la canaleta apurada. Bajé empapada las escaleras caracol y lo vi. Estaba riéndose en su sillón recostado, con el dedo pequeño introducido en su boca y cantando su pipi-piiipi –que era un loop, de dos negras, una blanca con puntillo y otra negra, más un silencio de semicorchea, que desde que había dejado de fumar (decía él) funcionaba como una palilalia que no podía evitar y que, para peor, se le pegaba a todo el mundo. Hasta
mi hijo hace ese pipi-piiipi el día de hoy. Allí estaba él, tirado, contento, regocijándose en que su hija finalmente estaba ahí, ordenándole todo, como cuando era una nena. Tenía ocho años y llegaba a su casa el sábado a la mañana y me dirigía a limpiar la cocina de toda su semana: los platos y los restos de sus tertulias con amigos. Dejaba todo impecable y a eso de las cuatro de la tarde lo despertaba para una reunión importante a la que él finalmente no asistía y seguía durmiendo hasta las seis o siete. Antes de despertarse siempre gritaba como un moribundo “aguaaa”. Y ahí estaba él, sonriendo. Help a él. Eran las nueve de la noche. Y no tuve miedo. Más bien me confirmó lo que intuía. Era mi guía. El y yo habíamos tenido experiencias mediúmnicas juntos. Veinte años atrás ambos vimos a mi abuela la misma noche vestida igual pero treinta años más joven de cuando se fue. Sin embargo, yo se lo confesé tiempo después,
para explicarle claramente que su hija desvariaba y él me dijo que no, que él la vio vestida igual, de la misma manera, esa misma noche, confirmándome que desvariábamos los dos. Silencios. Es una habilidad que no practico. Llega. No la ejecuto. Me obliga. Y ciertos libros de ejercicios espirituales que ambos estudiamos en silencio me lo comprueban. Libros que aconsejan golpearse con cinturones de noche hasta sangrar para resistirse a las visiones. Pero estoy segura de que ninguno tuvo que practicarlos. Las torturas nos llegaron de la vida solas sin tener que hacer ningún esfuerzo y sangraron solas también y ya ni duelen pero tampoco cicatrizan. Ese poder Fogwill lo usó para combatir su adicción a la cocaína. Como hizo la carrera de medicina, aunque jamás ejerció de médico más que suyo, fue dejándola. Durante diez años fue graduando paulatinamente la dosis hasta llegar a estar limpio. Debía tomar algo como para evitar la agresividad y
violencia que lo poseían sin motivos más que un ruido o una pregunta tonta de otro. Sus últimos diez años era un santo y hasta naturista. Ni rasgos de aquél.
Y así, durante casi un año él me diría qué hacer, cómo y dónde. Al muerto le llegaban mes a mes sus tarjetas, llegaban las cuentas de banco, los créditos pedidos meses antes de irse. Varias cuentas de banco para ceros centavos. Y ahí estaba la poseída, sentada con su abogado o visitando bancos y a los encargados de cuentas, cerrándolas y enterándome de sus movimientos, del dinero que pidió solo meses antes de irse para comprarse una digna computadora nueva. Pero eso no es nada. Los hackers para desentrañar sus diferentes contraseñas de banco, de mail, de web, de computadora para la privacidad de sus trabajos. Los detectives que me iban dando las claves. Y así. Un día –el primero y último– que entré en una de sus cuentas de mail encuentro una carpeta que decía locos. Decido empezar por ahí, ni lo dudo, es un mensaje. Abro el primer mail de la carpeta. Una joven de nombre desconocido para mí le escribía: “¿Y Fogwill?...
¿Quién va limpiar y ordenar tu casa cuando te mueras?” Parecía un chiste de mal gusto suyo. Faltaba su risita. Desistí. Yo no voy a leer sus mails para informar a la familia de tal o cual cosa, no voy a encontrar lo que falta, no voy a esclarecer las dudas. Si, digo la familia y no me involucro. Es que es la familia y yo. Yo no formo parte de ninguna otra familia más de la que elegí. Tengo hermanos que amo. Pero es mi papá y el de ellos. Todos hemos sido hijos únicos. Nada me ha unido a mi hermano pianista, ni a mi otro hermano que vive afuera, cerca, pero afuera. O a los otros, tan chicos que directamente tuvieron otro padre, otra persona, tan distinta a la que era. Un padre con treinta años de padre y errores para mejorar. Un padre mejor. Y todos vivenciamos su muerte de manera distinta. Así llamé a una amiga historiadora que admiro mucho y le propuse que haga el archivo. Los mails que los lea ella –me dije. Cuando Vero entró, ya
tenía todo delimitado: “Ahí están las fotos, los contratos, ahí sus trabajos de publicidad, eso es tal cosa”. Yo me había abocado a saber qué había y dónde y por consejos de ella no había movido absolutamente nada. El catálogo de cómo dejó todo, dónde y por qué. Esa imperiosa necesidad que tienen los archivistas de meterse en la mente del otro a través de cómo hacían sus cosas y cómo ubicaban las cosas. Vero abrió sus cuadernos y yo también los había abierto. Pero dice: “Todos sin terminar. Escribía la mitad y empezaba otro”. A mí me dejaba sin cuidado, a ella no. También me habló de la repetición. Para mí era natural, debo ser parecida. Una foto impresa veinte veces y puesta en veinte lugares diferentes, señales. El problema sería con sus inéditos que están guardados aproximadamente diez veces con el mismo nombre y treinta veces por cambio, lo que implicaba leer cada versión, adivinar la fecha (porque en su
computadora tenía desconfigurada la hora, el día y el año) y adivinar cuál fue primero, si quitó el segundo final o decidió agregarlo o al corregir en realidad lo quitó, o decidió seguir poniendo y esas cien páginas leerlas más o menos mil veces para desentrañar alguna verdad que solo él tiene y darse cuenta que sólo lo guardó repetido por las dudas y que no había ningún cambio. Supe que Verónica ya estaba en el universo Fogwill cuando lo saludaba al entrar y se despedía de él al salir o cuando le preguntaba: “Quique: ¿dónde dejaste tu partida de nacimiento?...” Y segundos más tarde se dirigía a algún cajón, agarraba una carpeta específica y aparecía lo que ella buscaba en vano durante semanas sin preguntarle o pedirle permiso. Cuando ya estábamos vaciando su casa yo sentí que se había ido con su cama. Pero Vero me dijo que no, que andaba todavía por ahí. No sé aún a cuál objeto está aferrado. Pero Verónica
parece tenerlo claro. Y él parece estar demasiado contento con Verónica. Y no se fue. Sigue. Va guiando. Elegí al azar por Internet una baulera judicial para guardar temporalmente su biblioteca y algunos de sus objetos de colección mientras se defina la situación de la fundación. Lleno el formulario en Internet para solicitar un presupuesto. Minuto después me llama el dueño conmovido. Era un amigo suyo, nadaban en el club y hablaban de autos y relojes. Me hace un precio. Demasiadas coincidencias. Hasta de lo que me quise escapar terminé teniendo que hacer. No hubo caso. Nadie pudo nada. Nadie de la familia tiene un rato para dedicarle a esto. Son todos importantes y hacen cosas muy importantes. Antes de que mi papá parta yo me estaba dando el alta en terapia. En mi caso, el alta siempre se lo da el paciente. Nunca el analista. Pero en la última sesión lo internaron. Y, por supuesto, tuvo que dilatarse el alta. Luego supuestamente murió y
también no era el momento. Un mes después, yo insistía en que no podía ingresar a su casa y tenía los tickets para irme a vivir por fin afuera con mi familia y deseaba eliminarme del listado de herederos, aunque el abogado insistía que dicho derecho era ilegal, cuando por fin mi terapeuta me avisa que mi papá tenía muy claro que yo me ocuparía de todo y por eso dejó todo así. Me fui enfurecida jurando no regresar más. Y no regresé a terapia. No tuve tiempo. Tenía razón mi querido Luis. ¿Cuánto debo pagar para vivir? Aún no lo sé. Y así yo me di el lujo de leer todos sus inéditos como si fuera una lectora más, como cuando aunque tuviera cinco años la entrega del primer libro era para mí.
Un día se roban la lápida del cementerio. Fue él, estoy segura. Nunca tuvo nada que no se le rompa o se le pierda una parte, nada. Vivía en un departamento de mi hermano. Nada funcionaba sin él. El calefón lo prendía con un golpe con una pinza muy pesada para mí. Todo desarmado: los aires acondicionados y las estufas sin carcasa, la computadora sin funcionarle las teclas con un teclado anexo y unos cables especiales para que el visor y el teclado pudieran estar muy lejos. ¿Cómo escribía un escritor así?... No era dejadez, era desinterés. Siempre fue así. O interés por los circuitos. Una vez no me andaba una computadora, estaba él y me la arregló, la desarmó toda. Fenómeno. Pero... ¡papá! ¡ahora armala! No, si anda, ¿para qué la voy a armar?. ¿Por qué perdió barcos, colecciones de autos antiguos, casas, bibliotecas enteras, muebles, obras de arte y ninguna carta de un amigo?... ¿Por qué están mis cuentos de cuando ni siquiera
sabía escribir y sólo los dibujaba porque eran orales y no está el departamento que tenía que heredar, que nos dejó mi abuelo a mi hermano mayor y a mí?... Porque él encontraba valor, mucho más valor a todo eso y yo desgraciadamente también. Por eso no tengo nada. Partes del todo, su título nos describe perfectamente. Partes del todo. Y así, todo este año fueron engranando las partes para que llegue a ser nada. Nada para mí. Mucho para todos.
Sentí desde el momento que entré que le debía algo. Su vida fue la literatura, el pensamiento, la evolución y yo como hija tenía ese deber moral de dejar su vida en el patrimonio de la literatura universal. ¿Cómo haría esto?... Haciendo todo para que su obra esté al alcance de todos y su vida, que es una obra, también suya. Más de cuatrocientas cartas con escritores como Osvaldo Lamborghini, Juan José Saer, Héctor Viel Temperley... Verdades, profundidades, libros sin editar, novelas, cuentos, ensayos, poemas, chistes y adivinanzas u oráculos de bazooka sin imprimirse aún. Sus chistes. Los que nos hizo comer él. O se va de una vez o debo asesinarlo, no hay salida. Sólo quiero que sus libros tomen posesión y se instalen en las mentes de miles de otros, ya no mías. Mi responsabilidad si la tenía ya supongo que la cumplí. Hasta me ocupé de restaurarle la casa que mi papá no pudo evitar destrozar a mi pobre hermano, a quien además le
cayó un embargo de cinco cifras por ser su garante alguna vez. Igual nosotros somos como él, eso significa que sabemos, en el fondo, que nada de eso es importante. Pero en el equilibrio de las cosas uno pone la guita y el otro pone el cuerpo. Los demás no existen. Y el costo mental es igualmente difícil para ambos. Pero pienso que mi tiempo no me lo devuelve nadie. El dinero ya está regresando con sus derechos. Pero el tiempo es un tiempo perdido y quién sabe ganado. ¿Qué es más importante que elaborar la muerte? Nada, se está entendiendo la vida. Ahora yo voy a descansar en paz. Y creo que mi padre también.


viernes, 24 de junio de 2011

tiranía del desborde - XXVII - Sebastián Olaso

Y si la noche me escribe su reclamo alguna vez, si pregunta por qué no me desnudo ante su espejo, porque me dejo seducir por un sueño sin verdades, sin futuro, y si la noche me reclama un beso cargado de esperma y carcajadas, una mirada abrumadora, un quejico de macho satisfecho, y si cada gota, cada orgasmo, cada arañazo es parte de los ratos rotos, de los retos, de los ritos, de las rutas rotas de la noche, de la noche que me hostiga, y si los eclipses se niegan a nadar entre mis hijos paridos hacia el útero sediento, y si después de la pausa que aprieta los párpados de un latido sofocado ya no queda nada adentro, sólo la noche iracunda que me roza para herirme, sólo esa caricia hipócrita que le quita el ropaje a una arteria lúcida de escarcha y mareo, de gaviotas sin pararrayos ni guitarras, sin paracaídas ni pinceles, y si la noche, si la noche que me acosa viaja hacia un músculo deshabitado, sucio y maloliente, si le pide un suspiro, una palabra con las yemas entrenadas en el arte de amparar, una sílaba que arrecie con toda la miseria, una consonante o al menos una vocal armada contra el sabor dictatorial del abandono, y si la noche, si la noche que me juzga se niega a amanecer, a reciclarse entre los labios de una mañana tibia invadida por los pechos de una sombra, de esa sombra, de esa hembra que tiene un túnel para darme, un pasadizo secreto, un pasadizo a medias, un espacio regado de locura y vanidad, y miedo, y engaño, y placidez, y si mis líquidos piden el portazo de la noche, de la noche que me condena, el vaivén de sus valijas que se pudren sin destino, la queja que se aleja y se inflama de presencia, de decencia, de paz desencajada, de peces confundidos, y si no encuentro el reloj que desfigura lo invisible, si no puedo soplar un viento hambriento de otra piel, entonces, van a llegar los sicarios de la noche para hundir mis nudos y mis pasos, van a llegar los verdugos y me van a hacer llorar, me van a hacer rodar, me van a encadenar a cada trazo del deseo y a los yunques de un cuerpo que no luchó por nada, que no sangró por nadie, que dejó que la lujuria amaneciera con lágrimas, que eyaculara sus lágrimas en la pelvis de mi página cobarde.


Tiranía del desborde Vinciguerra 2009

miércoles, 8 de junio de 2011

Impromptu - Eduardo Espósito

Quién le estará dando vueltas
a la manivela del dolor
como si yo fuese un Ford T
Son varios los andamios del partir
Los hombres corren desesperados
vida abajo
Y yo no di permiso (que recuerde)
a demoler mi nombre y apellido
No permitiría jamás tamaño ultraje
y sin embargo alguien
quien sabe quien
se las ingenia de día en día
para hundirme un taladro en la esperanza
Ando entonces a cuerda
como un juguete desconcertado
robótico perdido
Un fósforo final en la refinería del caos.

domingo, 29 de mayo de 2011

Voy a escribir - Graciela Wencelblat

Voy a escribir
no sólo con mis manos
con mi cuerpo de mujer
sí.

Voy a deshacer lo escrito
lo que estremece mi espalda
e insiste en que el buitre
hiera a esta muchacha salvaje.

Voy a hacer y deshacer
mirar lo que está prohibido
buscar los besos que callamos
los de la locura
los relámpagos de la poesía.

de "Cotidiana" Ed. El Mono Armado 2006

miércoles, 2 de marzo de 2011

"Sinécdoque - Nueva York" Charlie Kaufman

En esta escena, un actor ensayando su parte en una obra, representa a un clérigo pronunciando un responso. Dice el clérigo:

Todo es más complicado de lo que piensas, sólo viste una décima parte de lo que es verdad. Hay un millón de cuerdas atadas a cada una de tus decisiones, cada una puede destruir tu vida, pero quizás sólo lo sepas dentro de veinte años y nunca podrás rastrear su origen. Sólo tendrás una oportunidad, intenta comprender tu divorcio, dicen que el destino no existe, pero sí existe, es lo que tú puedes crear. Aunque el mundo exista desde hace eones y eones, la mayor parte del tiempo estás muerto, o no naciste aún, pero mientras vives, esperas en vano, desperdiciando años por una llamada, una carta o una mirada de algo o alguien que arregle todo y que nunca llega o parece que sí, pero no es real. Pasarás tu tiempo lamentando o con vagas esperanzas de que algo bueno sucederá para sentirte conectado y entero, algo que te haga sentir amado. La verdad es...que me siento tan enojado. La verdad es...que me siento tan triste... La verdad es...que me siento tan herido desde hace tanto tiempo durante el cual fingí estar bien sólo para seguir adelante, sólo para...no sé porque. Quizá porque nadie quiere escuchar sobre mi sufrimiento, ya que cada uno tiene el suyo, váyanse al diablo todos. Amén.

En esta otra escena una voz en off acompaña al protagonista en el trecho final de su vida. Dice la voz:

Ahora estás esperando y a nadie le importa. Cuando la espera termine, este cuarto seguirá existiendo y continuará conteniendo zapatos, vestidos y cajas y quizá algún día a otra persona que espera o quizá no, al cuato no le importa tampoco.

Lo que una vez fue un futuro emocionante y misterioso, está ahora detrás de ti, vivido, comprendido, decepcionante. Te das cuenta de que no eres especial, has luchado por tu existencia y ahora te deslizas silenciosamente fuera de ella, esa es la experiencia de todos, de cada uno, los detalles poco importan. Todos son todos, así que tú eres Adel, Hazel, Oliver, eres Helen, todas sus escasas tristezas te pertenecen, toda su soledad, su cabello gris y duro como la paja, sus manos enrojecidas y rugosas te pertenecen, es hora de que lo entiendas. Camina. A medida que los que te adoran, dejen de adorarte, que mueran, que sigan su camino,que los pierdas, que pierdas tu belleza, tu juventud, que el mundo te olvide, reconociendo que eres efímero, a medida que empieces a perder tus características, una a una, que comprendas que nadie te mira, que nadie te miró jamás, piensas sólo en conducir, no volver de alguna parte, ni ir a ninguna parte, sólo conducir mirando el tiempo pasar.

Ahora estás aquí, son las 7:43 hs. Ahora estás aquí, son las 7:44 hs. Ahora...te fuiste...

Los textos precedentes han sido desgrabados de la película "Sinécdoque - Nueva York"
título traducido como "todas las vidas, mi vida"

viernes, 25 de febrero de 2011

Alejandro Agresti

...De camino al teatro me siguió un perro, alemán por supuesto y esta vez ovejero. Recién entonces me percaté de la cantidad de perros abandonados
sobre las calles de Arroyito. Daban vueltas aturdidos de tristeza, entre el
estrecho destino de esos ladrillos salpicados en la nada. Se les notaba
mareados por falta de caricias. Fantasmas jubilados de cuatro patas,
aunque ese que me tocó en suerte parecía bastante cachorro, dos o tres años y demasiado limpito para ser vagabundo. Los pelos más claros eran color miel, brillaban con su propia luz ya que el sol se mandó a mudar y el frío se levntó de golpe para burlarse del supuesto verano
Más allá de su raza, ese era un perro bien argentino y se le notaba con
ganas. Aparte de dulce y algo distraído, su mirada sintonizaba con la mía
en una especie de reconfortante complicidad. Un mismo desamparo y
signo de pregunta. Nadie nos miraba y decidí hablarle, arruinar por un rato lo que siempre admiré de los perros: la astucia de pensar sin palabras.
Cada palabra intenta ser un comienzo pero no es más que un hachazo
final, alientan a dejar de pensar. Las palabras etiquetan y paralizan el más allá de todo juicio novedoso y propio...



...me hizo pensar en todo el tiempo que malgastmos al competir con lo que ya sabemos pero nos morimos por aplastar contra la cara del otro para que nos admire. ¿No es mejor compartir la ignorancia? ¿Porqué no juntarse y hablar de lo desconocido en vez de repetir vanidosmente lo aprendido? De hacer eso no existirían guerras como la que mató a mi pobrecito. Entenderíamos lo mucho que nos necesitamos y lo poco que hace falta tanta fábrica de verdad absoluta...

de Eva Braun de Arroyito
2010 Alejandro Agresti
Grupo Editorial Planeta

martes, 22 de febrero de 2011

Gabriela Piccini - poemas

Instantes IX

Rehusarse
ante la lluvia
a ser liviano y transitorio
es un sitio incierto

salvo con una taza de té sobre la mesa
donde la sombra es grata y no concluye
y de tanto en tanto
va construyendo la tarde
como una más
una sola.

lo que mueve las cosas IX

Cada estado tiene una manera de morir
Las tormentas
por ejemplo
suelen morirse de frío

Recorro la intemperie y veo
que además de barro
hay vida en el planeta

Entonces hago una lista de tareas
para poner en orden lo que el agua no pudo llevarse
volverlo a su lugar
y es sorprendente
que aun exista


Volver un sitio a la normalidad es vulnerarse
como cuando nos asomamos a cierto estado de las cosas
y vemos que ya no hay nada que hacer
y lo hacemos

troquelados IV

No cualquier hombre nunca tuvo un perro
Hay cosas que no tienen sentido
ni se les puede poner
pero otras
sin embargo
tienen más de uno
multilplican

La voz
es una y suficiente
pero la gota cae
desde el último disparo y al revés
hacia la noche
que siempre trae dentro de si un alba redonda
una luz estímula a perpetuidad

http://www.gratasombra.blogspot.com

martes, 15 de febrero de 2011

Paisaje - Máximo Ballester

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En la esquina me recibe un perro negro
como yo, al que han dejado afuera.

La casa tiene un portón azul
como yo y un camino de malvones
hasta la puerta casi de piedra.

Después se extiende una larga fila de casas
hasta la otra esquina, todas desiguales,
donde se destaca un pino como yo
y un camión de mudanza.

Hay una señora como yo
vendiendo alfileres, agujas e hilo de coser
de puerta en puerta.

Un vecino como yo sale con su diario,
su cartera lista. Saluda a sus hijos
que son como yo y se va apurando el paso.

En los adoquines como yo,
se presiente una lluvia y el águila de una sombra
de plátano acaricia la vereda.

La vereda es verde como yo
y despareja en su conjunto de árboles
de raíces descubiertas y huesudas como las manos
de un anciano.

La vereda es tranquila y hermosa a las nueve.
La mañana es dulce en las manos.

Un hombre como yo empuja su carro.
Se detiene en el basural de la vereda de enfrente
donde encuentra un viejo motor como yo
que bien podría ser de un lavarropas.

Una pareja como yo desciende de un auto
frente a la casa que se alquila. Se besan en el
umbral y después ella busca una llave que tiene él
y que esconde tras su espalda.

Detrás del edificio del correo y arriba,
se alzan nubes como yo que urden la próxima tormenta.
La brisa arremolina un papel de propaganda.
El perro negro raspa los barrotes del portón.

La calle se vuelve gris como yo.
Nubes negras encadenanadas como montañas boca abajo.
Más allá, bien arriba, parece verse a la muerte
en el puño de un dios. La muerte y la tormenta
en un mismo anuncio irrevocable.

Pasa una mujer embarazada y su hijo tomados de la mano.
El chico carga una pelota como yo.

Pasa un hombre en bicicleta que tiene una boina como yo.

Todos se alejan.

Desde la esquina observo la calle. La perspectiva
me entrega árboles que se anudan por el viento,
y se persignan ante los adoquines que se dejan arrullar
por las ramas.

Ya no hay nadie en esta calle.
Y cuando el viento pare, empezará a llover una lluvia
como yo y cambiará el paisaje. Será una sola aguada,
un solo sonido extenso y fresco. Y todo brillará
y lucirá como recién creado.

En medio de la lluvia, seré yo completamente yo.
Esta calle, los árboles. Todas las cosas bajo un cielo
de ramas y hojas temblorosas.
Todas las cosas en una sola alma toda mía.

domingo, 6 de febrero de 2011

Luz - Raúl Feroglio

A Alicia Pastore

Y si un rayo de esta luz
traspasara
la lágrima del niño
se descompondría su alma
en la dulce furia del espectro?
Esa lágrima
en cuanto gota o prisma
se rompería en sueños rojos y naranjas?
Dejaría llevar sus humedades
en el mágico silencio del índigo?
Y si así fuera:
Atribuirían los hombres
semejante escándalo de luz
a sus propiedades físicas
o a la simple y redonda
tristeza del niño?
La veríamos siquiera?

http://poesiadelinteriorargentina.blogspot.com/2011/01/luz.html

Gracias, Raúl Feroglio,,,

lunes, 3 de enero de 2011

Elías Canetti (Apuntes)

Apuntes para Marie-Louise de Apuntes 1
Dios como político: es una empresa ardua y peligrosa la de definir exactamente los métodos con los que Dios ha conseguido imponer su dictadura sobre la Tierra. Hemos de estar totalmente libres de odio y parcialidad, así como de simpatía por nuestros propios antepasados, de los que él se sirvió para consolidar su empresa. No es lícito tomarle a mal que dispusiera de más tiempo que sus adeptos humanos. Debemos observarlo fríamente, con curiosidad y asombro, y no hacerle un proceso; de lo contrario, estaremos enseguida inmersos en un gran espectáculo aun antes de haberlo conocido bien. El Dios de la Biblia es interesante, nunca ha habido una criatura más ávida de poder: solo castiga después de la traición; sólo recompensa el servicio fiel; y se presenta con la pretensión de poseerlo todo, puesto que lo creó todo.
A Veza Canetti de Apuntes 1
Sospecho que muchos de los que oran intentan arrebatar a Dios muchas de las cosas que ellos mismos no están dispuestos a dar a nadie más, y hacerlo antes de que otro se las haya arrebatado.