domingo, 27 de septiembre de 2015

Roberto Aguirre Molina


Uno que se ha visto
      privado de un brazo de la Diosa
Uno que tiembla
     por la carne del alma de la Diosa
Uno que al final de la noche
     dice
en el cometa de la luna
recuperar la botellita de licor
la ventana de hade que mira el mundo
he perdido
lo mejor que nunca tuve
la hora minuto afiebrada de la luna
la cantidad luminosa
Uno que dice
     palabra tras otra.

LA SEÑORA VIRGEN (1985)

no vuelve
y regresa
lo que no vuelve
la flor del sol
un pasaje del instante
atravesando el arco iris
otro pájaro
      aletea
en la piel

POEMAS AGUA DE RÍO (1987)


qué eras antes de todo/nada
antes de ser luz en sombra
de ser preconsciencia
antes de latir
de ser fulgor de algo o de alguien
una metal idea de referencia uno?
forma oscura informe
latido desordenado
uniones en oposición?
qué rasgos eras en germen
qué vaguedad de contornos te dio la forma.



CAROZO (1986-1987, 1996 )



la mañana

I (el sol juzga de frente)

los duraznos, el limonero
los damascos, el ciruelo:
todas las flores
aplauden la nueva mañana
adentro del jardín
una mariposa reparte estrellas
en el viento;
el equilibrio del sol.
a un costado
saltarines, gozosos, audaces
tus ojos renuevan el germen.

II (buen día, hermanos!!!)
la mesa del mantel floreado
un collarcito de verdes
una silla dada vuelta
y el delantal


enfrentando la mesa
el jardín
marcando la hora justa
en colisión
Subo el pie, lo desposo
y entro con la mano:
Vibras
El gorrión canta en esa unión

ENERO SAN CRISTÓBAL (1989)


Pisada, Roberto Aguirre Molina, Ediciones Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 2006.

Liliana G. Aleman


La habitación

Puesta ya, la sombra en el balcón, amanece
una mirada de este presente.
Ahí sólo cosas jugando
que al bajar por la mera delicia del olfato
desvisten inalterable sabor a spray caliente
de mañanas ocurridas con desgano.
O el aroma de esos abedules
que han nacido de a poco entre riachos
y caderas deformes
frente a un dibujo carnal
habitante en la cresta
 heterogénea de los techos.


Vastas formas
en las piedras de un piso desierto,
 vuelven del humo que orea
el hedor de los objetos sin nadie:
 son muertes crecidas de un regreso
 altivas como si al saludar fueran a pararse.
 Y merodeando sentidos, la sombra
de una cama atrae
 carros y voces
 del arrorró cantado en la memoria.
 Cuelgan hoy
 En el vaivén recurrente de la mirada.

Cansancio

Hebras de plata cuelgan del amanecer.
Mensaje a medias que vuelve
y cicatriza lo fantasmal de un cuerpo.
Besa la boca. La cara
hace del hábito algo más.
Toca y deja en las manos
esa huerta que clausura
como una cima sin bordes
sin contornos
sin pestañas.

Alerta

Un animal negro
camina por mi habitación.
El brillo de la noche
 lo resuelve:
al volcar su imagen
desdoblándola.
 ¿Es real?
En el puño de la noche
es palpable
 si frente a mí
se disipa.
Espío la sombra
que deja un cuerpo ligero
brillante.
Son restos.
Es agua de pantano.


de La Habitación - Liliana G. Aleman – ediciones último reino 1992

sábado, 26 de septiembre de 2015

Daniel Rafalovich


  Bajo el laurel del patio
en la tarde calurosa
mirando los últimos gorriones
que se posan en los cables, las abejas que inspeccionan el malvón
y el árbol de pomelo.
 Mi perro, jadeante, echado a mis pies
  agradecido por la leve brisa que permite respirar
cuando baja el sol. Con la pequeña selva enmarañada a mis espaldas.
  Olvidado del mundo y de la gente, estoy.
  Tratando de aprender o recordar viejas lecciones.
  Limpiando de polvo y telarañas oxidados circuitos.
Un gato se acicala
     sobre una vieja estructura de metal herrumbrado.
  Un rincón de silencio sólo para mí.
   No puedo detenerme en lo poco o mucho que he perdido
ni conjeturar  sobre futuros
ni rutinas ni bonanzas ni miserias.
  Prefiero quedarme aquí mirando el extraño color que toman las cosas
con la última luz de la tarde.
    Recordarme
y no ser olvidado.

                                                     -0-

Lunas y vendimias han pasado
y ahora me pregunto:
¿que hacías aquella noche
sentada en ese umbral
en una calle desierta, fría
(tu largo negro abrigo
corrido el rimmel de tus ojos
tus ojos enrojecidos mínimos
tu mirada vacilante como un claro espejo
tendido hacia la nocturna luz
del universo)
balanceándote, instintiva,
en un sillón-hamaca imaginario
diciéndome (así, sin anestesia)
"te esperaba"
"tengo sueño"
y "mirá que loca, esa luna"
justo a esa hora
en que la noche del sábado
hierve de máscaras, poses,
ansiedades
y algún dios-cicerone
me regalaba un instante
una noche
un instante

de verdad?

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Damián Andreñuk

   
A la orilla de un río

       Se disparó en la sien a la orilla de un río.
       Se volteó bruscamente y cayó sobre el pasto. Antes había susurrado
lo que consideró su último grito, su redención, su clamor definitivo.
Pero nadie lo escuchó (y no es lo que quería), nadie acudió para salvarlo.

         Al principio fue desesperante; se hundió con ranas y lombrices
que atacaron su piel. Descubrió sus dedos pegajosos mientras el hedor 
agotaba su cerebro. El pantano se hizo oscuro y la hierba húmeda
se desvaneció en un suave, hipnótico e infernal silbido.
         Luego sintió en su cuerpo la caricia de la lluvia
         “es como permanecer abrazado a ella”, pensó.
         Y se rodeó de tinieblas.  

   En el desastre y el desierto

He visto a Angélica tallando lo divino
    en las tablas ignoradas de otra Ley,
inyectándole a mi rostro
el lado amable de la vida,
esculpiendo su femineidad
en el más dulce de los sueños.

He visto a Angélica tras su mirada
(sus ojos de luz verde tras azules incendios),
he estado a solas con su alma en el desastre y el desierto
                  en un brilloso testimonio de lo imperecedero.


             Intemperie cotidiana

Yamila enseña en un silencio
el difícil evangelio de la Salvación.
La vieja y trágica sabiduría
      del no importa.

Puedo evocar su esencia
para vencer la muerte sigilosa
       y su intemperie cotidiana.
Para aliviar un llanto contenido.
Para ignorar a los envilecidos
       por delirios de espuma.

Porque ella desempolva dulcemente
                         la flor de la inocencia
    y revela su secreta familiaridad
con las criaturas inasibles del rocío.

                 Música y ofrenda

Un día a la vez y todos y todas en hileras
los grises ejércitos urbanos cumplen con el miedo
cuando la humanidad vale un bostezo y una lágrima.
Cada día es un ahora que se estira
en la medición equivocada que es el tiempo
y yo una música una ofrenda para nadie
cuando la más compleja trama entre lo permanente
y lo fugaz y lo inefable.

  Para entreabrir las sombras

  Princesa en tu reino a la deriva
  en el océano del momento,
  huye de aquellos que te ven
  y no se sienten vulnerables;
  de los maldecidos por el cuervo de la negación,
  de los anclados en la frágil envoltura
                             de las apariencias.
  Huye de aquellos que te roen el porvenir
  en los huesos del presente.

  Tus manos sirven para entreabrir las sombras.

  Te pido que recuerdes
  que una caricia basta
  para multiplicar un huracán
                   de mariposas.
  El aire dulce

  de diciembre.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Paula Oyarzabal


Arrastrada hacia la gran ciudad
borracha perdida en la segunda copa
Hanna Cash, hija suya se volvía
una pequeña gata gris atascada
en el beso de cualquiera.
//
Siempre fui buena en la cama
complaciente, capaz de andar entre cadáveres
sin perder la compostura.
//
Las palabras no encuentran
nada más que un sonido que aspira
vocablos idénticos y divide
continuamente las aguas.
Escribo doce cartas por día.
Una cada dos horas.
Cuando tus hijos encuentren en
el baúl de la abuela nuestra historia de amor
ya habremos, por suerte, muerto
//
Crecí sabiendo que si algo no me gustaba
la puerta estaba abierta, y que podía irme
cuando quisiera nunca estuvo en discusión
sin embargo cuando recuerdo
todas las veces que armé la valija
siento escalofríos, como si en el fondo,
despedirse de lo duradero fuera
una imperfección
//
En Buenos aires a la una de la mañana hacen 24 grados
me pregunto qué hubieras hecho amor
si hubieras sabido, que nos quedaba poco tiempo
//
Si no te hablo por mil días pienso que te castigo
me gustaría, tener tu sosiego, para castigarte mejor
//
Del libro “ Escritos en la cama” ( Alción.2008) de Paula Oyarzábal
en la voz de Jimena Arnolfi y canción de Chavela Vargas
( Paloma negra).

Foto: Walter Cabanillas



Oscar Vicente Conde


espejos

Dentro del  espejo
con  enorme marco oscuro
hay ojos que  miran como al descuido
y no son míos.
Tal vez de mi vecino muerto
aquella tarde de invierno
o de su esposa siempre triste
que huyo desnuda
un verano de vacaciones en el Mediterráneo.

Dentro del espejo
siempre hay niños jugando extasiados
después de una suculenta cena
en la larga mesa con mantel blanco
y sillas afelpadas sin marcas en sus respaldos.
Niños sin ganas de irse a otra dimensión.

Dentro de un espejo
la confusión  hace su juego diario
y me recuerda a mi abuelo paterno
muerto en Madrid
cuando mi padre aún era un niño.
Mi padre vino una tarde de otoño
con su pantalón corto y sus piernas velludas
y flacas como alambres de fardo.
Vino en ese enorme buque
con su madre toda de negro
sin que nadie los espere en el puerto.

Ellos quizás estén en el espejo
y me observan con extrañeza,
jugando con la impericia de mi caminar,
las muecas de mi rostro que envejece,
la inquietud de mi mente,
la sobriedad de mis vestimentas.

Dentro del espejo
lo sé
habitan los ojos que ya no están en mi casa.
Dormita lo locura de todos los días
haciendo denodados esfuerzos por salir.

Oscar Vicente Conde ©

miércoles, 9 de septiembre de 2015

de bosque y caminos - Susana Cattaneo




Susana Cattaneo transita "de bosque y caminos" en puntas de pie. Su andar leve que se transmuta en palabra sutil nos conduce en un viaje ingrávido hacia las acechanzas del bosque. Pero no está sóla, acude a los otros, en los que se apoya. Cita a Osvaldo Rossi: Dios.../ya ha visto.../el espanto...

Se pronuncia porque somos el poema, porque el poema es la puerta hacia el misterio
La muerte tiende sus trampas y ella lo sabe: Viene y me sonríe mientras la luna pende de una rama de eucalipto; provoca para que el miedo me transforme en presa oscura.
Nunca canta: como si el canto perteneciera a los alegres, a los no desesperados, a los cobijados por Dios.

Se refiere al calendario con la resignación mansa de quien sabe que sigue en el ciclo de comienzos y despedidas: caen los infinitos libros que fuimos leyendo, el mar que alguna vez dibujó nuestros senderos, aquel llamado amigo que ya no. La vida es algo que ya sucedió: Yo te recuerdo vida (...)Recuerdo que a veces a la noche, me rodeaban jilgueros de felicidad. Cada amanecer era un caricia para habitar las horas.
Pero agazapado en el revés de los días un manto oscuro hundió en mí su filo inevitable.
Y va hasta el fondo para buscar la luz de los relojes, la luna blanca de los días, y a Alejandra, que deambula con letras en la frente y toma té con la muerte y su muñeca, para recordar que detrás de las piedras va Cecilia con su primavera que no acaba nunca.

Se paga un precio cuando se va hasta el fondo: se ve aunque no se quiera, y ella lo paga:
El bosque amado amenaza con un amor gris, desconocido. Una niña grita, se desgarran los troncos de los árboles, los pájaros se doblan, se bifurca la procesión de hormigas. Las aguas de los mares tornan la furia de ciclones. Gotas de dolor nos inundan desde el cielo. Estallan bombas sobre la inocencia y asombrados cervatillos quedan huérfanos de luz. Un rayo alerta sobre incendios y una mariposa que no entiende se agita entre ruido de raíces.

Apocalípsis en otoño. Dios vencido, llora.

de bosque y caminos - Vinciguerra 2015